de lo liso y lo estriado

..."En el “Tratado de nomadología: la máquina de guerra”, uno de los capítulos más conocidos de Mil mesetas, Deleuze establece una oposición entre lo móvil y lo movido a partir de dos conceptos-imágenes centrales: el espacio liso y el espacio estriado.
Aclaremos que cuando Deleuze habla de espacio se refiere simultáneamente a un espacio físico, a un modo de habitar y, en última instancia, a un modo de ser. A un ser como devenir. Sobre esta idea se ancla el concepto de espacio liso. El liso es un espacio no codificado previamente, donde lo que importa es el trayecto y no los puntos que lo definen. Cualquier movimiento va de un punto al otro, pero el espacio liso es el espacio del intermedio, de lo que está “entre”. El espacio estriado, en cambio, son los dos puntos generando una tensión de cierre, es lo efectuado a priori por otro que el que ocupa el espacio.
Deleuze va a organizar una serie larga de oposiciones con figuras que corresponden al espacio liso por un lado, y al espacio estriado por el otro. Al espacio que crea el nómada y al espacio que reproduce el sedentario. Y la idea fundamental sería la siguiente: el espacio liso es un espacio abierto, y el espacio estriado, un espacio cerrado. En el espacio liso se distribuye algo, cualquier cosa. Se encuentra lugar para uno mismo, para una cosa. En el espacio estriado lo que se distribuye es el propio espacio. Eso justifica la imagen de las estrías: las estrías corresponden a los códigos, al límite como forma propio de una totalidad cerrada, a lo que ya viene estructurado. En este sentido, se trata de un espacio global relativo, porque cualquier cosa que se mueva en ese espacio está referida a la estructura que se ha predefinido. En cambio, en el espacio liso, dice Deleuze,deberíamos hablar de un absoluto local. Absoluto porque lo que se mueve no se mueve por referencia a otras cosas, sino que marca un trayecto libre en el interior del espacio.
Esa localidad es lo que crea el nómada: un lugar móvil en el espacio liso. Cuando pasa, el nómada deja marcas que con el tiempo se borran. Marcas de la travesía, no marcas que quedan y que van a limitar a otros. En el caso del espacio estriado, se mide el espacio para ocuparlo. En el caso del liso, se ocupa el espacio sin medirlo.
El espacio estriado es, en fin, el espacio de la comunicación, de un tipo de vínculos que sólo se dan por reproducción de contenidos y formas. Ejemplo: una conversación en la que lo único que aparece como nuevo es el hecho mismo de la conversación, mientras que los interlocutores permanecen iguales antes y después de ella. El espacio liso, en cambio, es el espacio de la expresión, del diálogo, en el que los interlocutores son modificados mediante la conversación.
Deleuze va a distinguir también el movimiento de la velocidad. El movimiento es extensivo, mientras que la velocidad es intensiva. Habría que definir la velocidad, intrínsecamente, como un movimiento absoluto, un movimiento que no necesita ir de un lado a otro, sino que genera su propia fuerza motriz, al moverse. Para ser estrictos, dice Deleuze citando a Toynbee, el nómada en el espacio liso no se mueve. El nómada se aferra a un espacio liso. No quiere irse, porque no quiere abandonar su potencia
inventiva. Por eso su espacio es inagotable. A Deleuze se le ocurre una figura muy hermosa para ejemplificar esto: piensa en el beduino, el jinete que va sentado sobre el camello en el desierto. El beduino no se mueve, pero marca su propio recorrido desde la montura. Los diversos momentos de su fuga lo atraviesan, y él crea una y otra vez nuevas experiencias sin moverse.
Estos dos conceptos de Mil mesetas nos devuelven, vía Friedman, a la cuestión central que queremos tratar: el paso de la arquitectura como planeamiento, codificación y control de los cuerpos en el espacio, a la arquitectura como uso, como agenciamiento. En este segundo sentido, la producción de espacio –la construcción- sería un modo específico del uso, y no el centro del quehacer arquitectónico. Este uso sería, en el sentido más amplio, producción de espacio liso, lo cual implica, en primera y última instancia, producción de subjetividad.
De las muchas formas en que Deleuze gira en torno del concepto de agenciamiento, hay una en el “Tratado de nomadología” que nos sirve sobre todo. La tesis que plantea es que
no se puede definir a priori qué es un arma y qué una herramienta, sino que se definen sólo al ser usadas. A un objeto se lo define como herramienta cuando se lo utiliza para moldear una materia, para operar sobre una determinada cosa: la herramienta está vinculada con toda la dimensión del trabajo. En cambio, dice Deleuze, cualquier objeto
puede ser arma en la medida que lo que prima en ella, por el uso, es su carácter proyectivo. Lo que él distingue inicialmente es que el agenciamiento de una herramienta, de un elemento técnico en general (para nuestro caso, el espacio), es anterior al elemento técnico mismo. Por tanto, no deberíamos pensar que las herramientas y las armas tienen propiedades intrínsecas, aunque sí poseen propiedades internas, por el hecho de que hay una cierta materialidad que favorece determinados movimientos (un martillo va a favorecer el clavar un clavo, un rifle va a favorecer el disparar contra algo, contra alguien).
Se puede usar un arma para matar, para cazar, para matar animales u hombres, en una variedad de usos infinitos, que implican agenciamientos específicos.
Con el espacio ocurre otro tanto: no hay arquitectura previa al uso. La arquitectura, así desviada, así movida, ya no consiste en tal o cual espacio-objeto y en la institución que se organiza alrededor de él, sino en la relación intersubjetiva producida en el agenciamiento de materiales y de espacios."...

Fuente:
http://www.rojas.uba.ar/programacion/visitas/pdf-octubre/garcianavarro.PDF
Extracto del texto de: Rodrigo Wender y Santiago García Navarro
 

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